
El lago en mansedumbre mecía tu alma, hermano. En el regazo de tibias aguas te he visto descansar entre mariposas doradas. Y la mano de Dios ya enjugaba tus lágrimas. Cual alondra se posó en tu pecho la calidez de sus dedos y nos sanó a los dos de una angustia acerba, de un insano dolor. Melodías resurgen envueltas en aromas dulces y te las envío cual blancas palomas hacia tu alma sedienta de paz... Esa paz de la cual ya estamos bebiendo tú y yo. Hermano, ay hermano se me va el espíritu en pedazos detrás de tu silencio, pero te he jurado porque te amo, que ya no beberás mi amargo llanto. Que habrá repique de campanas resonando entre el mar de distancia que aún nos separa, y que un día no tan lejano me aguardarás al final del túnel para unirnos en un abrazo eterno, y como dos niños jugaremos en los azules prados de luz y sabiduría. Espérame hermano que aún hay puertas de duelo que en la oscura vía debo ir cerrando. INGRID ZETTERBERG De mi poemario "Joyas de mi alma" Derechos reservados Safe Creative Cta. 1006080193112