
Con su corbata de brillante raso y su triste mirada se quedó en el pasado. ¡Ay cómo me duele su andar en el ocaso! y el temblor de sus manos me conmueve. El azul prusiano de su mirar me va lacerando, es cual un inmenso mar de tristeza, y mientras está hablando su voz se quiebra. Ya la muerte cabalgaba muy cerca; se ausentó su reir y en el eco de sus palabras se mecía mi sufrir. ¡Partió tan solo! envuelto en el silencio, sin cantares ni lloros. Dentro de mí yo lo siento, me acompaña parsimonioso... Es de espíritu suave, su esencia es pura como el canto de un ave, y yo lo amo con ternura. Sus cenizas ya descansan en la flor del camposanto, allí donde el viento frío extendido cual un manto cubre todo como un río de dolor y de quebranto. Su voz profunda e intensa se me ha quedado en el alma y es mi dulce recompensa después de tantas lágrimas. Y de pronto comprendo que un amor espiritual es un gozo eterno y que ya ningún mal podrá apagar este fuego. INGRID ZETTERBERG De mi poemario "Joyas de mi alma" Derechos reservados Safe Creative Cta. 1006080193112